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El Estado de Guatemala se propuso, desde su fundación, utilizar todos los recursos de los que dispone para garantizar el bienestar de tan solo un grupo reducido de la población. Esto se ha traducido en la institucionalización de prácticas violentas de despojo y marginación. Para los grupos que ostentan el poder hegemónico, obstaculizar y hasta erradicar la memoria histórica es un proyecto político clave.

Por eso, la lucha por la construcción, recuperación y socialización de la memoria histórica es una forma de resistencia.
Memoria Histórica - 32 Volcanes

La memoria histórica es un fenómeno complejo que estas organizaciones han decidido poner al centro de su quehacer, convirtiéndola en una apuesta política, un principio ético, una herramienta y un punto de encuentro.

Desde ella podemos nombrar las violencias y desigualdades sobre las cuales se ha construido este país. Esto la vuelve una postura política, pero, también, de solidaridad y reconocimiento. La memoria histórica pone rostro a la desigualdad, a los despojos y el genocidio en el país; hace evidentes las vidas de quienes nos antecedieron y que, con sus luchas, nos han abierto el camino. La memoria hace de la historia no un conjunto de datos sino de narrativas que atraviesan nuestros cuerpos, nuestras comunidades, nuestras generaciones y lo que somos. Es un compromiso con nosotras y nosotros mismos, pero también con aquellas personas que han padecido la historia antes y quienes lo hacen en la actualidad.

La memoria histórica también es una propuesta política, porque resiste al Estado y a las narrativas que el poder hegemónico busca imponer. Le responsabiliza por fundar, reproducir y justificar estructuras desiguales de despojo y marginalización.
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Hacer colectiva la memoria histórica es un ejercicio político que, aunque necesario, puede resultar bastante duro. Las prácticas de marginación y violencia del Estado de Guatemala tienen consecuencias concretas en personas o comunidades reales. La lucha por la memoria histórica, a diferencia de la enunciación tradicional de hechos, pone al centro a los sujetos que la protagonizan y padecen. Reconocerlo significa nombrar y poner rostro a las heridas más grandes de esta sociedad. La memoria hace evidente las deudas que el Estado y la sociedad tienen con los pueblos originarios, los sectores socioeconómicos desfavorecidos, las mujeres y la comunidad LGBTIQ.

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